22 febrero 2007

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Bajo el manto del frió sudor que resbala de mi grasosa piel, y que mis ojos quedan a la merced de una deslumbrante luz que al tiempo me daría cuenta de que su intensidad no rebasa ni los 30 watts y que se prende y apaga cada determinado lapso de tiempo debido a la pobre instalación eléctrica de este edificio o tal vez al mal uso que le hemos dado en los últimos días. Por un momento lo único que recordaba, era una visión borrosa de mi mismo escapando de un ángel con las alas desplumadas, mostrando en su descubierto vientre un feto humano seco totalmente; el raquítico ángel se acercaba con los brazos abiertos apuntando hacia mi; al ir recordando lo que paso, mi cerebro por fin se activa y mientras mis ojos luchan por mantenerse abiertos desafiando a la gran candela que sale del foco en el techo del estudio e intentar no regresar al espantoso sueño; recuerdo por fin lo que me saco de aquella pesadilla: fue la visión de mi ser corriendo desnudo y sin piel lo que realmente me espantaba no el ángel con de esqueléticas de alas ni el feto humano, tenia miedo de mi mismo.

Quito por fin la vista del foco mientras intento incorporarme de la silla acojinada de esas de oficinas baratas que me sirvió y me servirá de cama, en mi mano derecha la botella a casi terminar de escocés y en mi izquierda la colilla de un cigarro que al parecer quemó levemente mis dedos pero nunca sentí el suficiente dolor como para despertar de aquel letárgico sueño. Bebo de la botella como si intentara arrebatarle el alma a una chica con un asfixiante beso, casi dejándola vacía, arrojo la colilla al suelo marmolazo y sucio para después mirar a mi alrededor y nada, salvo una puerta de cristal con un letrero luminoso en su marco superior que dice “grabando.” Entro por esa puerta que me atrae como el queso atrae a los ratones.

Torpemente atravieso hacia una habitación desde la que veo la silla en la que me encontraba a través de un cristal contra ruido. Casi caigo de bruces al sentir un estrepitoso retortijón en la boca de mi estomago, a salvo sin embargo, permanece mi botella bien sostenida por mi mano mala, que la aprisiona y se funde con ella casi transformándola en parte de mi miembro superior derecho. No estuvo tan mal, he tenido peores y agonizantes dolores en el estomago y este dejo un buen resultado: una cajetilla de cigarros con un encendedor dentro de la misma tirada en el suelo justo hacia donde mi mirada fue a dar al inclinarme por el dolor.

Ya con la nicotina recorriendo mis pulmones y llegando hasta mi corazón, mientras el humo oscurece la habitación mejor iluminada que la contigua, avanzo hasta tomar mi guitarra que para mi suerte esta conectada pues de inmediato escucho el sonido distorsionado por un pedal de overdrive y distor que están conectados a la consola de la habitación con la parpadeante luz y después debe salir a una bocina que no se donde esté. Mientras decido si soltare o no mi botella y/o mi cigarro para empezar a tocar vienen a mi mente riffs y anotaciones sobre los últimos días y los primeros, aquellos días donde todo esto era nuevo y no una corporación, era más real y palpable, la satisfacción de aquellos días casi desaparece, como el niño que se transforma en adolescente y el cual perdido llega sin remedio a una oficina, con un traje bonito y zapatos lustrados.

Mientras ejecuto el instrumento ya con la botella tirada sobre la alfombra, no sin antes haberla matado por completo, y con el cigarro resguardado en una de las clavijas del clavijero o maquinaria, los ojos se me cierran y tengo que recargarme e la pared para no caer y de nuevo soñar, ¿qué estaba soñando?, los recuerdos se me amontonan formando una masa negra y del fondo de aquel agujero negro salen las pisadas y requintos, y más en el fondo detrás de ellos surgen pequeños puntos acercándose vertiginosamente hacia mi, si dejar de ejecutar mi Jaguar, las nauseas me llegan desde mi estomago a mi cerebro al notar que los puntos de un color tan parecido a la piel humana se transforman en cabezas de muñecas trasquiladas y llenas de tierra, con los ojos abriéndose y cerrándose como la luz parpadeante que me despierta junto con un ligero picazón en mis índices de mi mano izquierda que de inmediato reacciona arrojando el cigarrillo ya agotado por oxigeno, segundos después tiro mi mano derecha hacia mi cara y con mi boca bebo de mi botella de escocés mientras recargo mi espalda e inclino hacia atrás mi cabeza apoyando mi nuca en las almohadillas superiores de la silla de oficina donde me encuentro, permanezco un rato buscando por otro cigarrillo sin suerte, la búsqueda me atrae hacia un umbral con la señal “Grabando” que me recuerda a las señales de los cuartos de emergencia en los hospitales, sin pensarlo cruzo el umbral.

La fibrosa alfombra de aquel cuarto me encamina hacia el Bajo recargado sobre el cristal que me ofrece una perfecta vista del cuarto contigo, por alguna razón no vi el cristal al despertarme, el letrero me atrajo directo aquí como con la esperanza vacía de aparecer repentinamente en una licorería y pedir entonces una cajetilla de cigarrillos y ¿por qué no?, una nueva botella de escocés. Con bastantes problemas logro el bajo con ayuda del talí sobre mi hombro izquierdo, es un bajo para diestros pero realmente no me importa, subo el volumen y claro sin soltar la botella piso unas notas aquí y allá que me recuerdan al sonido de los órganos de iglesia, tal vez tocando para algún funeral. Siempre siento nostalgia por las salas de emergencia, este cuarto me recuerda mucho a estas, me siento seguro por que no hay nadie entubándome ni picándome y llenándome de sus inhibidores de drogas ja, ¿para que querría yo drogarme sino es para alcanzar aquel estado de renacimiento que siente uno después de los inhibidores?

Mientras mis dedos pisan los trastes creando apenas un chasqueteo del sonido que debería de alcanzar al tocar con ambas manos, bebo decidido e empino mi botella, en algún momento abro los ojos y miro hacia al frente mientras bebo, mis ojos se abren asombrados y espantados, mi mano suelta la botella la cual cae y se rompe desparramando el ultimo aliento de alcohol sobre mis pies pero yo sigo pisando las cuerdas, una y otra vez mientras mis ojos observan una pequeña niña de piel tan clara como el cristal a mi espalda, y ropa tan blanca que su pálida piel se entremezcla con el atuendo que me hace recordar al que usan las enfermeras pero el atuendo de esta niña lleva un gorro largo y puntiagudo; me mira despreocupada y es esa despreocupación la que genera este miedo inmenso y terrible ansiedad, cierro mis ojos con todas mis fuerzas al sentir punzante dolor en mi cráneo lo que me obliga a cesar de tocar y llevarme las manos a mi cabeza, la nausea y el dolor me obligan a vomitar sobre el piso de marmolado salpicando parte de mis gastados converse, mis pantalones levis y hasta manchando la silla de oficina que estaba usando como refugio y cama momentaria.

Escupo las ultimas gotas de vomito que quedan en mi boca, levanto mi cara para mirar el parpadeante foco que apenas si ilumina este cuarto, al contrario del contiguo que está tan iluminado como un hospital en la madrugada. A mi derecha sobre el suelo, una botella de escocés me pide que termine rápido y placenteramente con su existencia, no la hago esperar. Levanto mi vista y dentro del cuarto de alado, sobre la alfombra, veo una cajetilla que me llama insistentemente, como con la botella, no la hago esperar.

Ya en el cuarto de grabación y con el humo recorriendo mis pulmones, me acerco a la batería Tama frente a mi, lo cual me cuesta suficiente trabajo debido a mi poco ortodoxa condición, y tira un para de atriles con platillos, ya en el banco de la batería, solo levanto los hi-hats. Tomo las baquetas de madera que se encuentran sobre la tarola y de inmediato comienzo a golpear llevando el ritmo pisando el pedal de los contras; el ritmo es desesperado y veloz, como un judío que intenta escapar de sus captores alemanes o el corazón de una persona al enterarse de un tumor maligno dentro de sus pulmones. Una nubecilla de humo que se escapa de mi cigarro que resguardo con ahínco apretando la colilla con mis labios y parte de mis dientes, sube por mis mejillas y penetra en mi ojo izquierdo lo que me obliga a cerrarlo de inmediato, mas nubecillas empiezan a nublar mi vista peor mis manos y piernas siguen tocando, sin detenerse, y mi boca se niega a escupir el cigarro a donde ya no me moleste. Detrás de la cortina de humo que nubla mi vista me parece ver a un hombrecillo bastante flaco y desalineado, esta completamente desnudo salvo un pañal que le cubre sus partes, lleva algo en la mano, como un bastón pero apenas puedo verlo, mientras agrego unos redobles y destiempos, el hombrecillo levanta su bastón y coloca la punta sobre su boca, instantes después sus sesos vuelan manchando el cristal contra ruidos y el sonido seco de la escopeta me obliga a dejar de tocar y a abrir la boca de sorpresa, el cigarrillo cae en una de mis piernas y poco antes de que el calor queme mi piel lo remuevo de un manotazo y al alzar de nuevo la vista mi profundo miedo se acentúa al ver una nube negra de insectos revolotear y amotinarse sobre el cadáver de aquel sujeto pero mi verdadero asombro y pánico no proviene de la nube de chillantes insectos o del cadáver, sino de la escopeta-bastón que yace en el suelo, pues tiene la tiene una inquietante semejanza conmigo, sucia y desalineada toda rasgada y llena de restos de pólvora, si yo fuese una escopeta sería así.

Sin percatarme los insectos se posan sobre mi, la cantidad es tan grande que ni mi figura se distingue peor no tocan mis ojos que miran inquisitivos el arma de fuego, de pronto un ardor infernal recorre cada punto de mi cuerpo, como si me hubieran echado acido, de inmediato me levanto y huyó, la batería había desaparecido o había sido devorada, corro gritando de miedo y dolor, con mis ojos bien cerrado y espantando al enjambre con mis manos, de pronto el ruido de los insectos desparece, levanto la mirada y me encuentro en un limbo oscuro, desconcertado solo veo oscuridad a mi alrededor, y al final ver mi cuerpo caigo de bruces por la visión, mis órganos vitales desparramándose ante mi frustrada mirada, intento gritar pero es como si el sonido se lo comiera la oscuridad, en mi hombro siento un ligero empujón y hasta tal vez un sonido llamándome , la voltear sobre mi hombro veo una luz que parpadea y al fin escucho las palabras que me llaman y me agitan obligándome a salir del letargo. Hey… hey… que demonios te pasa? Alcanzo a oír al baterista pero me limito a observarlo. Alguien estuvo grabando, y hay un desorden en el cuarto de grabación. Dice el bajista peor tampoco digo nada pues sigo afectado por algo peor no recuerdo que. ¿Qué demonios está pasando? No tengo ni la más remota idea, el cuarto de grabación esta cerrado con llave y los de intendencia no han llegado. Dialogan estos dos sujetos al tiempo que el bajista le pone play a la grabación y el sonido que sale totalmente oscuro y lleno de formas hasta llegar a un coro estruendoso que termina en uno de mis gritos más largos y aguardientozos. ¿Tú grabaste esto? No se que contestar, no recuerdo haberlo hecho ni recuerdo no haberlo hecho pues me suena extremadamente familiar por lo que contesto casi sin pensar. Se llama Heart-Shaped Box.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ta padre el cuento...felicidades y sigue escribiendo. Salu!